Tercer día de vacaciones, te vuelves a levantar a
las 12:00 del mediodía y no sabes qué hacer. El huracán de los exámenes finales
ha arrastrado consigo las obligaciones que hace unos días tenías tan presentes.
Déjame acertar…Te sientes mal. Parece que tu madre te observa con una mirada
que lanza mensajes sobre tu improductividad. Pero, ¿Por qué? ¿Por qué parece que debemos
sentirnos mal por perder el tiempo, por no hacer algo productivo? Foucault
parece darnos respuesta a esa pregunta, y mucho más que eso. En primer lugar hay
una respuesta muy lógica, íntimamente relacionada con el sistema
económico en el que vivimos: Debido a que vivimos en un sistema capitalista,
que se basa en la productividad y la utilidad del ser humano como recurso de
producción, estos valores nos son inculcados desde muy tempranos años. Sin
embargo, en Vigilar y Castigar, Foucault
va más allá y nos muestra cómo el poder se encarga de que esos valores y una
serie de comportamientos adecuados para el buen funcionamiento del sistema,
penetren en nuestras vidas y sean reproducidos por nuestros cuerpos dóciles sin
que seamos conscientes de ello, motivados
por una serie de invisibles mecanismos de poder.
Para ello, Foucault nos introduce al concepto de
disciplina, que se basa en la idea de que el poder ha logrado penetrar en una
serie de instituciones públicas y, por tanto en nuestras vidas cotidianas como ente
invisible, pero creando en nosotros una conciencia de sujetos vigilados, observados y analizados. Así
pues, el pensador francés establece una comparación entre el poder visible de
siglos anteriores, que se basaba en la muestra del poder del gobernante en una
serie de manifestaciones sociales, políticas o culturales como podían ser
ceremonias u obras artísticas públicas y el poder que opera de manera invisible
hoy en día. Frente a la parafernalia ceremonial de los soberanos de siglos
anteriores, hoy en día, con el nacimiento de los estados, y sobre todo de un nuevo
sistema económico, también se han modificado los modos en los que opera el
poder. Como dice Foucault: “En cuanto al poder disciplinario, se ejerce
haciéndose invisible; en cambio, impone a aquellos a quienes somete un
principio de visibilidad obligatorio”. Todo ello gracias a una serie de procesos burocráticos, registros en los que figuran nuestros nombre con todo tipo de datos, la presencia de personas representativas del poder en nuestro entorno, etc.
Foucault utiliza el concepto de Panóptico, un tipo
de arquitectura ideado por Bentham, para ilustrar la idea anterior. Se trata de
un tipo de arquitectura que permite la vigilancia de todo lo que hay alrededor
desde un solo edificio central. Habrá momentos en que una parte de los
edificios/personas expuestas a esta vigilancia no estén vigiladas, pero nunca
lo sabrán, por lo que siempre tienen la
conciencia de poder estar vigiladas y entonces llevan a cabo las tareas que
desde el poder se han definido como “normales” y aquellas que ha probado correctas
el saber, también producido desde el poder. ¿Qué tipo de control se puede ejercer
desde la creación de un saber? Según Foucault, el saber empírico de cada época
se crea desde el poder por lo que lo que consideramos normal o anormal está
vinculado a clasificaciones realizadas desde el poder, con un fin, el control
de los individuos y lograr que nuestros comportamientos estén sujetos a lo que el
poder ha definido como norma. Por ejemplo, Foucault hablará de la medicina como
área del saber que produce significados en cuanto a conceptos como la
enfermedad o la locura estableciendo pautas específicas para establecer una diferenciación
clara entre lo normal y lo anormal, lo sano y lo enfermo.
Sin embargo, el foco de atención de Foucault
reside en la prisión, un espacio en el que queda perfectamente reflejado el
modo de operar del poder disciplinario que se extiende a otros espacios como
escuelas, talleres, hospitales, etc. En primer lugar, en Vigilar y Castigar, Foucault narra la evolución de los procesos de
castigo a lo largo de unos siglos (desde SXVII hasta SXIX), acentuando, sobre
todo, la transición desde el castigo físico público hacia el castigo
disciplinario de la prisión. Antes de que existieran las prisiones, el castigo
se llevaba a cabo en público, a modo de tortura, poco a poco, infligiendo mucho
dolor a quien era culpable de algún delito y todo ello se convertía en una
ceremonia que servía para reflejar el poder de un soberano a través de una
serie de signos materializados en las heridas del culpable que tenían que
servir a los espectadores como reflejo del poder absoluto del monarca, pero
sobre todo de un poder basado en la fuerza y el castigo físico. Sin embargo, la
prisión moderna utiliza otras estrategias de castigo como el aislamiento y los
trabajos forzados. La prisión es lo que mejor refleja el panóptico: la observación
y vigilancia del preso. La exposición del preso al aislamiento y trabajos con
un fin correccional: el aislamiento que potencia la reflexión sobre lo inmoral
de su actuación y los trabajos para entrenar al cuerpo del preso en las
técnicas disciplinarias de la sociedad a la que, gracias a su aprendizaje, al
preso, le será más fácil reintegrarse tras su salida. Todo ellos se ve bien
enunciado en las siguientes palabras de Foucault:
“Y para esta operación (la de transformar al
individuo) el aparato carcelario ha recurrido a tres grande esquemas: el
esquema político-moral del aislamiento individual y de la jerarquía; el modelo
económico de la fuerza aplicada a un trabajo obligatorio; el modelo
técnico-médico de la curación y de la normalización”. Creo que estas palabras
reflejan muy bien lo que nos quiere transmitir Foucault: hay una serie de
esquemas de control o manipulación que se aplican a una sociedad en su
conjunto, y estos se ven muy bien ilustrados en el sistema carcelario, puesto
que se trata de individuos que han fracasado o se han desviado de la norma del
poder y por tanto hay que someterles con más rigor a la disciplina que permita
de nuevo su reinserción. De hecho, igualmente, Foucault, en otro de sus libros
se centrará en los hospitales y la historia de la locura/enfermedad, de nuevo
centrando su foco de atención en un conjunto de individuos que se han etiquetado
como anormales desde el poder para así penetrar mejor en el funcionamiento de
la disciplina. Además, este pensador francés nos habla de cómo ha sido posible la aceptación de la prisión en la sociedad y vuelve de nuevo al tema de la creación del saber empírico: ciencias como la criminología, la psicología, la psiquiatría constituyen la legitimación de la existencia de instituciones como las cárceles o los hospitales psiquiátricos. Una de las conclusiones más destacables del autor es el hecho de que, las estadísticas muestran que la prisión no es efectiva en esa misión reformadora que clama tener, sino que produce individuos que reinciden en el crimen tras salir de ella. Para él, la función de la prisión, más que correctiva, es la de crear distintos niveles de ilegalismos con el fin de "dar cierto campo de libertad a algunos, y hacer presión sobre otros, de excluir una parte y hacer útil a otra; de neutralizar a éstos. de sacar provecho de aquellos". Es decir, se trata de una justicia de clases, en la que al poder le interesa mantener esa diferenciación.
Foucault es todo un relativista moral, y por ello,
para él no hay cosa más ficticia que la existencia de una moral fija y universal,
cuya creación se lleva a cabo desde el poder, de nuevo en un intento de
establecer una relación binaria entre lo moral y lo inmoral; lo bueno y lo
malo; lo normal y lo anormal. Para este pensador, cada uno ha de construir su
propia ética, desde el cuidado de uno mismo, la inquietud de sí, al modo de los
antiguos, buscando la espiritualidad para llegar a un modo de ser determinado,
desde uno mismo, y que no sea impuesto desde arriba. Por ello, creo que la
aportación de Foucault es muy interesante, no debemos asumir todo saber que se
produce desde arriba como cierto, ni tomar los discursos del poder, presentes
en las escuelas, medios de comunicación, universidades, etc como verdades
absolutas puesto que no existen. Se trata de un llamamiento a la reflexión, al
pensamiento en una sociedad en que la disciplina trata de despojarnos de tiempo
para esa tarea. Se trata de pasar de ser objetos del poder en ser sujetos de
poder.